jueves, 25 de agosto de 2011

Nueva Conciencia Política

La mayoría de las personas que se ocupan en la política sienten que son vistos como un desconocido que no tienen nada que ofrecer. Esto es porque no han probado a mirarse hacia dentro en vez de pensar que son unos incomprendidos de la ciudadanía.
El que ha encontrado su verdadera vocación, su verdadera fortuna, que es la alegría de trabajar en lo que se cree, con tus compañeros de partido, con los empleados públicos, con la ciudadanía…; no buscan fuera de sí. Ellos ya tienen en su interior lo que llamaríamos, paz consigo mismo. No buscan la aprobación de los demás como energía que les de fuerza y seguridad, buscan en su interior el gozo de ser feliz con lo que se hace.
Este lenguaje no es habitual en la vida política. Palabras como conciencia, quietud, espiritualidad…pueden solar a la locura de un iluminado. Pero este es el cambio, debemos ser mejores personas para ser mejores políticos. Tenemos que mejorar para poder dar más y mejor. Si no somos capaces de gobernar nuestras vidas, no podemos pretender gobernar en cuestiones que afectan a la vida de los demás. Creo que esta es la esencia de la persona, y que debería ser la del político.
La gente no se aparta de la política solo por las decisiones de los políticos, ni por las carencias del sistema, que las tiene. La gente se aparta de los políticos porque no los ven como personas, no existe esa conexión entre seres humanos. Ocurre en todas los ámbitos de la vida. Para las personas, los conocidos se han convertido en contactos; para las empresas los clientes se han convertido en consumidores y para los partidos los ciudadanos se han convertido en electores. Así es imposible que exista una verdadera conexión.
Hemos establecido una relación que surge del miedo, del respeto mal entendido, y del egoísmo. El elector acude a un mercado de votos en el que los políticos representamos un papel de personas que en la mayoría de los casos no somos. ¿Cuántas veces hemos oído hablar a alguien bien de un personaje público diciendo pues lo he conocido en su ambiente y es genial? Nos han mirado como personas. Pero, ¿no será que hemos actuado como personas y no con el “traje de político”?
Tenemos miedo porque el conflicto entre la persona que somos y el político que interpretamos se ha convertido en un hábito. Tanto que ni tan siquiera nos damos cuenta en nuestra vorágine política del día a día. Hemos olvidado al joven que siendo la persona que era, desemboco en la política con la naturalidad que los ríos desembocan en el mar. Definitivamente esto ocurre porque hemos perdido la conciencia de lo que somos. No somos dos personajes, somos una sola persona.
“Pues yo no soy así”. Si en el fondo del corazón lo sientes así, enhorabuena. Si lo piensas un minuto más y empiezas a tener tus dudas, enhorabuena, acabas de empezar el cambio. Si te has sentido algo incomodo, enhorabuena, algo dentro de ti te mueve hacia el cambio.

martes, 30 de noviembre de 2010

Sobre la injusticia de la Justicia.

La Justicia desde un punto de vista político, es aquello que debe hacerse según derecho o razón. Al fin y al cabo, cuando cualquiera de nosotros habla de justicia refiriéndose al derecho, se trata de que se cumpla la ley con mayúsculas. Y desde que los humanos decidimos que, además o en contraposición de la justicia divina, las personas podíamos imponernos una justicia humana, la humanidad ha ido arreglándoselas como ha podido en la aplicación de la justicia.
En la búsqueda de la virtud de dar a cada uno lo que le pertenece, haciéndose lo que se debe según derecho o razón, las personas hemos ido convirtiendo la justicia como al semidios al que se le pide que imponga pena o castigo público a quien algún daño nos causo. Es entonces cuando pasamos de de la Justicia Razón a la Justicia Venganza.
Cuando la Justicia se convierte en un poder del estado, se trataba de administrar Justicia mediante la aplicación de las leyes en los juicios y el dar cumplimiento a las sentencias judiciales. Nos hablaron del principio de equidad y nos pintaron a la bella Justicia con una balanza en la mano. Además nos convencieron de la imparcialidad de la Justicia y para ello a la bella con la balanza le vendaron los ojos.
Demos por supuesto que todo funciona según la mejor de las teorías sobre la justicia humana aplicada desde el estado. Además, recordemos que la justicia divina nos prometía (o advertía) que al final de nuestros días seremos juzgados por dios, recibiendo el castigo o la recompensa oportuna. Demos también por sentado, que una Justicia administrada e impartida por humanos, tendrá fallos que la infalibilidad divina no cometería.
¿Pero que ocurre con una justicia tardía? ¿Es justicia la que llega con un retraso injusto? ¿Para que queremos una justicia humana que por sus plazos cada vez se parece mas a la divina? ¿Puede existir justicia cuando la propia justicia provoca injusticia?

domingo, 31 de octubre de 2010

Creyentes, ateos y agnósticos.

La cuestión no está en que verdaderamente exista o no dios. La cuestión de los creyentes no solo está en respetar a los que no creen en la existencia de un dios; sino además, en respetar las creencias y devociones de los demás creyentes.
La cuestión de los ateos, está en respetar a los creyentes sus adoraciones, su religiosidad concreta y que puedan ser fieles a su idea de dios.
El debate entre fervorosos creyentes y militantes incrédulos, entre devotos integristas y escépticos irreligiosos; nos lleva a un debate estéril de demonización de los ateos y de infantilización de los creyentes.
Cualquier cuestión que suscite el debate entre los seres humanos, llevada a los últimos extremos por causa una de las partes; o por ambas, origina conflicto motivado por los extremistas de las fracciones en debate, pero que sufren los seguidores de cada una de las dos partes.
Por en medio, que no en el centro, nos encontramos los agnósticos. Mientras, los teístas, aunque inmersos a su vez en un debate de cómo es dios y como debería ser la religión, defienden las existencia incuestionable de un ser o entre superior, viendo señales de dios en infinidad de cuestiones de la vida cotidiana.
Por su parte los ateos, algo demagógicamente, se aferran a la máxima de que dios no existe mientras no se compruebe que existe. Y en todo este debate aparezco yo afirmando que no se si existe dios, ni me importa. Como mi humano entender no me permite de forma pragmática comprobar tanto si existe dios como que no existe, pues ni entro en el debate, ni me interesa.
Mucho ignorante, nos confunde con los ateos. Normalmente mucho religioso nos pone en el bando de los infieles, ¿qué le vamos hacer? Esta circunstancia me recuerda mucho a la situación que se da cuando discuten dos de tus amigos y te pilla en medio. Tu intentas ver las razones y cerrazones de los dos, e intentas mantener la amistad con ambos aparte de su disputa. Pero la mayoría de las veces esta neutralidad resulta casi imposible, porque unos de tus dos amigos te obliga a elegir entre su amistad o la de la otra persona.
Está claro que quien te hace decidir entre su amistad y la de la otra persona, no es tu amigo. Pues tengo que reconocer que desde mi agnosticismo, por culpa de integrismo religioso me siento menos incomodo con alguien que niega lo que no ve, que con alguien que me quiere hacer ve lo que solo él ve.
Desde mi agnosticismo, defiendo que deben existir ámbitos públicos en los que las religiones no deben estar presentes. Ningún espacio público puede ser utilizado a favor de ninguna religión. La religión, en los templos, y por supuesto nunca en las aulas donde se educan nuestros hijos.
Si los creyentes quieren que sus hijos aprendan su religión, que la enseñen en sus hogares y en los templos. Los actos oficiales que celebren las instituciones públicas deben estar libres de cualquier ritual religioso. La financiación de ninguna religión puede recaer en su totalidad o en una mínima parte en fondos públicos. Otra cosa es que como cualquier otra entidad asociativa de cualquier tipo, las distintas religiones, puedan acceder en igualdad de condiciones a la financiación de proyectos sociales, culturales o de parecida índole.
Creo y defiendo la laicidad del estado. Entendiendo lo laico como la independencia sobre la religiosidad o no religiosidad de las cosas. El estado se separa de lo religioso sin significar que va en contra del derecho a practicar cualquier religión. Desde lo público se es aconfesional.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sobre la huelga general del 29-S

Esta es una huelga atípica, o al menos extraña. Si analizamos la convocatoria de huelga general desde todos los puntos de vista significativos, todo el mundo (unos en mayor medida que otros) tiene motivos para desear cierto éxito al paro convocado por los dos sindicatos mayoritarios.
1.Está claro que los sindicatos quieren y necesitan el éxito de la huelga, pero en la justa medida que haga al gobierno rectificar frente a sus demandas. Tampoco quieren aparecer en la historia de este país como los mayores causantes de la caída de un gobierno socialista en pos de uno de derecha.
2.Al gobierno se le nota claramente que esta huelga, después de las medidas tomadas y anunciadas, es normal que se convoque. No quiere un éxito total porque eso haría que se tuvieran que plantear muchas cosas, pero tampoco desean una fracaso rotundo de la huelga, porque eso debilitaría a los sindicatos frente a la corriente existente dentro de la derecha más radical de que no sirven para nada.
3.Los que nos consideramos ideológicamente de izquierdas, nos movemos en un amplio abanico desde los más partidarios de la huelga porque esto no se debe consentir a los menos partidarios de la huelga porque este significa pones una alfombra azul para Rajoy hacia la Moncloa. A cada uno de nosotros, nos toca darnos respuesta sincera con nosotros mismos y coherente con nuestro entorno mas inmediato.
4.A la clase empresarial propietaria (no me refiero a pequeños empresario y mayoría de autónomos), al partido popular, a los voceros de la derechas, los que son ideológicamente de derechas pero que nunca lo reconocen llamándose de centro, liberales, reformistas…y a las gentes de derecha; a todos estos, el panorama les parece perfecto. Se muestran verbalmente agresivos contra la huelga, ese derecho que nunca terminaran de entender. Seguramente será porque nunca han sentido en sus carnes la sensación de sentirse explotado. Aunque no lo verbalicen, están contentísimos con la huelga. Para que molestarse si entre ellos se destrozan.
Mis reflexiones:
1.El Gobierno tiene que hacer un acercamiento a los sindicatos. Claro, palpable y que se vea plasmado en el boletín oficial del estado.
2.Los sindicatos tiene que entrar en al siglo 21. No me considero sospechoso y a pesar de mirarlos con buenos ojos, tiene tanto que cambiar en su funcionamiento…
3.Aunque nos llamemos de izquierdas no podemos caer en la utopía de dar la espalda a los mercados. Mientras que los mercados nos prestaban dinero para endeudar al estado con políticas sociales nadie hablaba de los mercados. Mientras necesitemos que nos presten “su dinero” para hacer “nuestras políticas”, estamos en sus manos. Por tanto, el estado tendrá que ser muy eficiente en el gasto y recaudar más vía impuestos para no depender del dinero que nos prestan los mercados financieros. ¿Estamos dispuestos?
4.Las cifras de productividad de nuestro país son una vergüenza. ¿Que clase de empresarios tenemos que no invierten en investigación, ni en tecnología, ni en formación de los recursos humanos…que prefieren gente fatigada y humillada antes que contratar a una persona más necesaria? ¿Dónde está el orgullo de los trabajadores en el que nuestra productividad individual no aporta tu parte del trato en las relaciones laborales?
5.Existen buenos empresarios y grandes trabajadores. Pero este país no avanzará mientras que en la cabeza de la mayoría de empresario esté el pensamiento de que los asalariados lo que quieren gana cuanto más mejor trabajando lo menos posible. Pero la mayoría de trabajadores asalariados deberían entender que una relación laboral consiste en prestar tu trabajo a cambio de un sueldo, que no en cumplir meramente un horario laboral. Todos tenemos en la cabeza el nombre de algún compañero que no cumple con su trabajo que se limita a llegar e irse a su hora, mientras los demás tenemos que sacar el trabajo adelante. Y la actuación de esta persona no está justificada ni tan siquiera cuando muchas veces las cosas salen adelante a pesar de la incompetencia del jefe o propietario.
6.El mercado laboral tiene que ser reformado pero con un pleno acuerdo nacional. En este aspecto también la sociedad se está dualizando. No podemos dividir la sociedad entre los que tiene trabajo y lo tiene todo, y los que paraos que no tienen nada. Esto así no se sostiene. Los que tienen sus trabajo no están dispuestos a dejar ni uno de sus 45 días de indemnización por despido por el camino en aras de mejorar el mercado laboral; mientras que los que están paraos están dispuestos a aceptar cualquier precariedad laboral impensable a cambio de poder trabajar aunque sea un tiempecito…
7.De las pensiones, ya hablamos otro día…

martes, 31 de agosto de 2010

Público versus Privado

Aunque parezca una contradicción, este creo que es el gran problema: basar el análisis poniendo público frente a privado o viceversa. Deberíamos de afrontar cualquier análisis sin el condicionamiento o prejuicio de lo que siempre nos han “dicho” que deberían ser lo público y lo privado.
Si enfrentamos el interés público frente al interés privado, no existe duda. El interés público debe prevalecer siempre sobre el interés privado.
Si analizamos la gestión pública frente a la gestión privada, no deberíamos hacerlo para ver cuál es la mejor, enfrentándolas entre sí. Simplemente deberíamos de valorar si la gestión “a secas”, sea pública o privada, es buena, mala o regular; y den distintos grados.
La medición de la eficacia de la gestión pública, está claramente vinculada al interés público. Mientras que la eficacia de la gestión privada, está evidentemente vinculada al beneficio y la rentabilidad empresarial.
Podríamos admitir cierta comparación entre la eficacia pública y la eficacia privada, pero sin perder de vista que ambas buscan objetivos diferentes y por tanto, incomparables. La comparación solo vendría vía, nivel de consecución de los objetivos.
Donde sí podemos comparar claramente gestión pública frente a privada es en la eficiencia, en el cómo se gestionan los recursos para conseguir los objetivos buscados. Aquí nos encontramos el gran tópico de que la iniciativa privada gestiona mejor los recursos que el sistema público en general. ¡Qué gran mentira!
Existen gestores privados absolutamente impresentables, donde su gestión no hay por donde cogerla; mientras que existen gestores públicos avalados por una gestión digna de estudio.
El gran reto de los que tienen una vocación por lo público, y aun más en tiempo de crisis, es hacer ver a los ciudadanos que la gestión de los recursos públicos conseguida con los impuestos, está en buenas manos. Misión difícil, que no imposible.