domingo, 31 de octubre de 2010

Creyentes, ateos y agnósticos.

La cuestión no está en que verdaderamente exista o no dios. La cuestión de los creyentes no solo está en respetar a los que no creen en la existencia de un dios; sino además, en respetar las creencias y devociones de los demás creyentes.
La cuestión de los ateos, está en respetar a los creyentes sus adoraciones, su religiosidad concreta y que puedan ser fieles a su idea de dios.
El debate entre fervorosos creyentes y militantes incrédulos, entre devotos integristas y escépticos irreligiosos; nos lleva a un debate estéril de demonización de los ateos y de infantilización de los creyentes.
Cualquier cuestión que suscite el debate entre los seres humanos, llevada a los últimos extremos por causa una de las partes; o por ambas, origina conflicto motivado por los extremistas de las fracciones en debate, pero que sufren los seguidores de cada una de las dos partes.
Por en medio, que no en el centro, nos encontramos los agnósticos. Mientras, los teístas, aunque inmersos a su vez en un debate de cómo es dios y como debería ser la religión, defienden las existencia incuestionable de un ser o entre superior, viendo señales de dios en infinidad de cuestiones de la vida cotidiana.
Por su parte los ateos, algo demagógicamente, se aferran a la máxima de que dios no existe mientras no se compruebe que existe. Y en todo este debate aparezco yo afirmando que no se si existe dios, ni me importa. Como mi humano entender no me permite de forma pragmática comprobar tanto si existe dios como que no existe, pues ni entro en el debate, ni me interesa.
Mucho ignorante, nos confunde con los ateos. Normalmente mucho religioso nos pone en el bando de los infieles, ¿qué le vamos hacer? Esta circunstancia me recuerda mucho a la situación que se da cuando discuten dos de tus amigos y te pilla en medio. Tu intentas ver las razones y cerrazones de los dos, e intentas mantener la amistad con ambos aparte de su disputa. Pero la mayoría de las veces esta neutralidad resulta casi imposible, porque unos de tus dos amigos te obliga a elegir entre su amistad o la de la otra persona.
Está claro que quien te hace decidir entre su amistad y la de la otra persona, no es tu amigo. Pues tengo que reconocer que desde mi agnosticismo, por culpa de integrismo religioso me siento menos incomodo con alguien que niega lo que no ve, que con alguien que me quiere hacer ve lo que solo él ve.
Desde mi agnosticismo, defiendo que deben existir ámbitos públicos en los que las religiones no deben estar presentes. Ningún espacio público puede ser utilizado a favor de ninguna religión. La religión, en los templos, y por supuesto nunca en las aulas donde se educan nuestros hijos.
Si los creyentes quieren que sus hijos aprendan su religión, que la enseñen en sus hogares y en los templos. Los actos oficiales que celebren las instituciones públicas deben estar libres de cualquier ritual religioso. La financiación de ninguna religión puede recaer en su totalidad o en una mínima parte en fondos públicos. Otra cosa es que como cualquier otra entidad asociativa de cualquier tipo, las distintas religiones, puedan acceder en igualdad de condiciones a la financiación de proyectos sociales, culturales o de parecida índole.
Creo y defiendo la laicidad del estado. Entendiendo lo laico como la independencia sobre la religiosidad o no religiosidad de las cosas. El estado se separa de lo religioso sin significar que va en contra del derecho a practicar cualquier religión. Desde lo público se es aconfesional.